
Entrevista: Patricia Pinto Arenas
Es usual que los niños cuenten sin resquemores lo que harán de grandes; pero es inusual que ese deseo no se altere con el paso del tiempo, la experiencia y las demandas del mercado. Abelardo Sánchez León dice que quiso ser escritor desde los dos años, y no cambió de opinión jamás. El fin de semana presentó su último libro – El hombre de la azotea – en el Festival y se dio un tiempo para contarnos sobre su quehacer literario.
En la década del 90 recién empiezas a publicar novelas ¿Cómo ha sido la transición de la poesía a la narrativa?
Sin transición. Decidí escribir una novela. Tuve la suerte de ir a Estados Unidos por seis meses y tenía mucho tiempo. Lo que no sabía muy bien es cómo plantearla. Estaba sólo cuando escribí Por la puerta falsa. Regresé después de seis meses con un manuscrito y lo empecé a trabajar. Pero en realidad nunca he tenido una dicotomía entre la poesía y la narrativa, quizá por el hecho de ser periodista. He escrito crónicas. Quizá el salto se haya dado por la crónica y no por la poesía.
Muchos periodistas que hacen sus pininos en literatura dicen que la profesión les endurece la pluma ¿Qué piensas al respecto?
Bueno, los del nuevo periodismo, como Norman Mailer y Tom Wolfe, decían que los periodistas soñaban con escribir una novela y envejecían sin hacerla nunca; sin embargo ellos descubrieron que podían hacer grandes reportajes como una forma de hacer grandes novelas, las novelas de no ficción. Yo tengo la suerte de que cada vez que me he puesto a escribir lo he terminado. Quizá porque medito mucho, pienso antes y empiezo a escribir cuando se que voy a terminar. Detesto la idea de un naufragio. Pero he leído que Sábato arrojaba los manuscritos de El túnel, que García Márquez tiró dos versiones de El Otoño del Patriarca.
¿Eres un escritor atormentado con la creación?
Yo pienso mucho antes. Yo tengo una novela dando vueltas y vueltas en la cabeza. Cuando me siento a escribir siento que ya he trabajado en la materia.
Te lo pregunto por lo que me dijiste sobre la dificultad del planteamiento para su ejecución
Claro, a veces no me liga. Por ejemplo El tartamudo estaba en tercera persona y decidí pasarlo a primera persona, y dejé de lado todo lo que había escrito. Lo hice porque lo sentí más cercano, más autentico, para que el lector sintiera el tartamudeo en primera persona. En esta novela (El hombre de la azotea) también he tenido algunas dificultades en el planteo, pero una vez que se resuelven esas cosas, ya se va.
Algunas personas han aprovechado algunos pasajes de tu última novela para criticar a las ONG ¿Las has leído?
He leído, y en realidad es un tijereteo, es picotear parte de la novela para llevar agua para su propio molino, a un interés. Yo se que la literatura se puede leer de mil formas, incluso con mala leche, con mala intención, ¿Qué voy hacer? Yo escribí una novela honesta y lo que yo digo pudo pasar también en otra institución, en otro trasfondo; pero obviamente como escritor no hago un homenaje sino una cuestión autocrítica, cosa que no han hecho las personas que han utilizado la novela para otros fines.
¿Tu próximo proyecto va hacer en novela o en poesía?
Creo que va ser en crónica. Yo tengo un libro que me gustó mucho llamado El viaje del salmón, en el que recopilo mis crónicas de viajes, un libro de memorias. Ahora me gustaría hacer uno ya no de viajes sino de la ciudad de Lima.
Y cómo percibes al público que te lee ¿Te quieren más como periodista, poeta o novelista?
Espero que me quieran por las tres cosas. ¡Angurriento! (se dice así mismo y ríe)… Por poeta mucho. Mi poesía es muy directa. Pero creo que la poseía lamentablemente ha disminuido su presencia. Como periodista hay gente que me felicita por determinado artículo. Por novelista menos. O no soy muy bueno o hay más competencia. El mercado de la novela es muy duro y nadie te regala adjetivos así nomás.
Es usual que los niños cuenten sin resquemores lo que harán de grandes; pero es inusual que ese deseo no se altere con el paso del tiempo, la experiencia y las demandas del mercado. Abelardo Sánchez León dice que quiso ser escritor desde los dos años, y no cambió de opinión jamás. El fin de semana presentó su último libro – El hombre de la azotea – en el Festival y se dio un tiempo para contarnos sobre su quehacer literario.
En la década del 90 recién empiezas a publicar novelas ¿Cómo ha sido la transición de la poesía a la narrativa?
Sin transición. Decidí escribir una novela. Tuve la suerte de ir a Estados Unidos por seis meses y tenía mucho tiempo. Lo que no sabía muy bien es cómo plantearla. Estaba sólo cuando escribí Por la puerta falsa. Regresé después de seis meses con un manuscrito y lo empecé a trabajar. Pero en realidad nunca he tenido una dicotomía entre la poesía y la narrativa, quizá por el hecho de ser periodista. He escrito crónicas. Quizá el salto se haya dado por la crónica y no por la poesía.
Muchos periodistas que hacen sus pininos en literatura dicen que la profesión les endurece la pluma ¿Qué piensas al respecto?
Bueno, los del nuevo periodismo, como Norman Mailer y Tom Wolfe, decían que los periodistas soñaban con escribir una novela y envejecían sin hacerla nunca; sin embargo ellos descubrieron que podían hacer grandes reportajes como una forma de hacer grandes novelas, las novelas de no ficción. Yo tengo la suerte de que cada vez que me he puesto a escribir lo he terminado. Quizá porque medito mucho, pienso antes y empiezo a escribir cuando se que voy a terminar. Detesto la idea de un naufragio. Pero he leído que Sábato arrojaba los manuscritos de El túnel, que García Márquez tiró dos versiones de El Otoño del Patriarca.
¿Eres un escritor atormentado con la creación?
Yo pienso mucho antes. Yo tengo una novela dando vueltas y vueltas en la cabeza. Cuando me siento a escribir siento que ya he trabajado en la materia.
Te lo pregunto por lo que me dijiste sobre la dificultad del planteamiento para su ejecución
Claro, a veces no me liga. Por ejemplo El tartamudo estaba en tercera persona y decidí pasarlo a primera persona, y dejé de lado todo lo que había escrito. Lo hice porque lo sentí más cercano, más autentico, para que el lector sintiera el tartamudeo en primera persona. En esta novela (El hombre de la azotea) también he tenido algunas dificultades en el planteo, pero una vez que se resuelven esas cosas, ya se va.
Algunas personas han aprovechado algunos pasajes de tu última novela para criticar a las ONG ¿Las has leído?
He leído, y en realidad es un tijereteo, es picotear parte de la novela para llevar agua para su propio molino, a un interés. Yo se que la literatura se puede leer de mil formas, incluso con mala leche, con mala intención, ¿Qué voy hacer? Yo escribí una novela honesta y lo que yo digo pudo pasar también en otra institución, en otro trasfondo; pero obviamente como escritor no hago un homenaje sino una cuestión autocrítica, cosa que no han hecho las personas que han utilizado la novela para otros fines.
¿Tu próximo proyecto va hacer en novela o en poesía?
Creo que va ser en crónica. Yo tengo un libro que me gustó mucho llamado El viaje del salmón, en el que recopilo mis crónicas de viajes, un libro de memorias. Ahora me gustaría hacer uno ya no de viajes sino de la ciudad de Lima.
Y cómo percibes al público que te lee ¿Te quieren más como periodista, poeta o novelista?
Espero que me quieran por las tres cosas. ¡Angurriento! (se dice así mismo y ríe)… Por poeta mucho. Mi poesía es muy directa. Pero creo que la poseía lamentablemente ha disminuido su presencia. Como periodista hay gente que me felicita por determinado artículo. Por novelista menos. O no soy muy bueno o hay más competencia. El mercado de la novela es muy duro y nadie te regala adjetivos así nomás.