
Aníbal Portocarrero llegó al festival a presentar la reedición de su libro “Memorias de la Destrucción”. En la siguiente entrevista nos cuenta sobre sus tribulaciones de poeta, su poesía y el porqué de su alejamiento de esta tierra.
Entrevista: Patricia Pinto
¿A qué se debe la segunda edición de tu libro?
A que la primera edición tenía unas cosas que había que corregirlas de tal manera que es una edición corregida aumentada y disminuida de tal manera que me ha dado oportunidad de mejorarla en un cinco por ciento.
Era mi primer libro, porque toda mi poesía se había publicado en revistas, sobre todo en Arequipa y en Lima.
Han pasado 18 años entre las dos ediciones ¿Has escrito otros libros en ese lapso de tiempo?
Si. Te puedo enseñar ya el índice de un nuevo libro que probablemente se llame Canto Rodado, compuesto de 140 poemas. Estos poemas son fruto de una creación poética digamos de una segunda etapa.
Está en preparación, bueno no te digo que está en preparación porque no sé si acabaré, uno a mi edad (78) piensa que quizá las cosas no las va a acabar, pero ya tengo 30 poemas boceteados en un 70 % terminados con una poesía nueva, no en el sentido de novedosa sino de otro estilo.
Neruda hablaba que los poetas tienen etapas en las que cantan primero a la vida, después al amor y al final a la naturaleza ¿Cuáles son tus etapas?
Sobre todo este libro trata de estos temas y otros como la violencia, la muerte, que son temas leitmotiv, casi obsesivos en mí. Te digo obsesivos porque yo escribo lo que me viene porque no soy un poeta conciente, racional, a pesar de haber sido profesor de teoría literaria (…) Mi creación no digamos que es irracional sino más bien intuitiva.
¿Entre memorias y canto rodado hay una temática símil?
Bastante símil. Está el amor, la vida, la muerte y el mar. En mi segundo libro que está dividido por etapas va haber una parte que se llame oceánica. Toda mi infancia la pasé en Mollendo y el mar me ha dejado una huella muy profunda. La niñez, tu sabes, es la etapa más maravillosa del hombre.
¿Qué te ha dado la poesía en todos estos años?
Me ha dado una cosa importante que yo no había pensado mucho. Mira, lo importante en la vida de los hombres es que tenga un significado porque sino la vida misma es nada. Eso me perturbaba porque cómo es eso vivir para la nada. Un día había logrado un poema que me gustó e intuitivamente descubrí que eso era el sentido de mi vida, y me sentí muy contento.
Le ha dado sentido y ¿te ha podido dar de comer también?
Pensar que uno pueda vivir de la poesía es una utopía. Yo creo que esto tiene relación porque no hay una política cultural del estado. Podría haber una política que proteja a la creación poética, como se protege a la creación agrícola, como se protege a la salud (…) Entonces qué pasa, como dice Vargas Llosa: hay que buscarse un trabajo alimenticio. Mira, a mi no me ha gustado ser catedrático, y he sido catedrático por 25 años en San Agustín de teoría literaria, y no he trabajado a gusto, pero tenía que trabajar. Mi padre quería que estudie abogacía, estudié dos años y luego me dediqué a la literatura (…) Tuve un trabajo hasta el día que me retiré, en el año 83, y ahora recibo una pensión modesta, pero que me permite resolver mis problemas sino me hubiera ido muy mal como Romualdo, sin quererme comparar con él porque el sentido de su poesía es revolucionario, y yo lo admiro mucho.
¿Por qué te fuiste a vivir a Lima?
Yo terminé mi carrera de docente y yo no pude aguantar más la docencia universitaria, había mucho problema. Yo llegué de Francia de haber estudiado un postgrado de sociología de la literatura y no encontré una acogida, salvo de ciertas personas, y me retiré. Un día me descubrí que me pasaba la vida mirando el Puente de Fierro, yo vivía en la Arboleda, y le dije a mi esposa: Oye Judith ¿nos vamos a pasar la vida mirando el puente? Porque la vida cultural en ese tiempo era muy pobre, no como ahora, salvo algunas personas, pero era trabajo de personas, no un trabajo de la ciudad. Me fui por lo que le pasa a todos los peruanos, por lo que su provincia no les da. Si en ese momento hubiese habido lo que hay ahora, me hubiese quedado.
Entrevista: Patricia Pinto
¿A qué se debe la segunda edición de tu libro?
A que la primera edición tenía unas cosas que había que corregirlas de tal manera que es una edición corregida aumentada y disminuida de tal manera que me ha dado oportunidad de mejorarla en un cinco por ciento.
Era mi primer libro, porque toda mi poesía se había publicado en revistas, sobre todo en Arequipa y en Lima.
Han pasado 18 años entre las dos ediciones ¿Has escrito otros libros en ese lapso de tiempo?
Si. Te puedo enseñar ya el índice de un nuevo libro que probablemente se llame Canto Rodado, compuesto de 140 poemas. Estos poemas son fruto de una creación poética digamos de una segunda etapa.
Está en preparación, bueno no te digo que está en preparación porque no sé si acabaré, uno a mi edad (78) piensa que quizá las cosas no las va a acabar, pero ya tengo 30 poemas boceteados en un 70 % terminados con una poesía nueva, no en el sentido de novedosa sino de otro estilo.
Neruda hablaba que los poetas tienen etapas en las que cantan primero a la vida, después al amor y al final a la naturaleza ¿Cuáles son tus etapas?
Sobre todo este libro trata de estos temas y otros como la violencia, la muerte, que son temas leitmotiv, casi obsesivos en mí. Te digo obsesivos porque yo escribo lo que me viene porque no soy un poeta conciente, racional, a pesar de haber sido profesor de teoría literaria (…) Mi creación no digamos que es irracional sino más bien intuitiva.
¿Entre memorias y canto rodado hay una temática símil?
Bastante símil. Está el amor, la vida, la muerte y el mar. En mi segundo libro que está dividido por etapas va haber una parte que se llame oceánica. Toda mi infancia la pasé en Mollendo y el mar me ha dejado una huella muy profunda. La niñez, tu sabes, es la etapa más maravillosa del hombre.
¿Qué te ha dado la poesía en todos estos años?
Me ha dado una cosa importante que yo no había pensado mucho. Mira, lo importante en la vida de los hombres es que tenga un significado porque sino la vida misma es nada. Eso me perturbaba porque cómo es eso vivir para la nada. Un día había logrado un poema que me gustó e intuitivamente descubrí que eso era el sentido de mi vida, y me sentí muy contento.
Le ha dado sentido y ¿te ha podido dar de comer también?
Pensar que uno pueda vivir de la poesía es una utopía. Yo creo que esto tiene relación porque no hay una política cultural del estado. Podría haber una política que proteja a la creación poética, como se protege a la creación agrícola, como se protege a la salud (…) Entonces qué pasa, como dice Vargas Llosa: hay que buscarse un trabajo alimenticio. Mira, a mi no me ha gustado ser catedrático, y he sido catedrático por 25 años en San Agustín de teoría literaria, y no he trabajado a gusto, pero tenía que trabajar. Mi padre quería que estudie abogacía, estudié dos años y luego me dediqué a la literatura (…) Tuve un trabajo hasta el día que me retiré, en el año 83, y ahora recibo una pensión modesta, pero que me permite resolver mis problemas sino me hubiera ido muy mal como Romualdo, sin quererme comparar con él porque el sentido de su poesía es revolucionario, y yo lo admiro mucho.
¿Por qué te fuiste a vivir a Lima?
Yo terminé mi carrera de docente y yo no pude aguantar más la docencia universitaria, había mucho problema. Yo llegué de Francia de haber estudiado un postgrado de sociología de la literatura y no encontré una acogida, salvo de ciertas personas, y me retiré. Un día me descubrí que me pasaba la vida mirando el Puente de Fierro, yo vivía en la Arboleda, y le dije a mi esposa: Oye Judith ¿nos vamos a pasar la vida mirando el puente? Porque la vida cultural en ese tiempo era muy pobre, no como ahora, salvo algunas personas, pero era trabajo de personas, no un trabajo de la ciudad. Me fui por lo que le pasa a todos los peruanos, por lo que su provincia no les da. Si en ese momento hubiese habido lo que hay ahora, me hubiese quedado.